1.4 Cosmovisión Europea: la modernidad

Modernidad y antropocentrismo: El sujeto hombre y el objeto naturaleza

La palabra “modernidad” tiene muchos significados. Según la acepción más común, algo moderno es algo “nuevo,” innovador, tecnológico. Sin embargo la modernidad es también una palabra que se utilizó para referirse a la época en que el mundo europeo cambió por completo: la incorporación de las nuevas culturas americanas a las ideas europeas medievales revolucionaron su cosmovisión. Un descubrimiento de tan vastos territorios, culturas y posibilidades, cambió el centro de gravedad de estas culturas europeas. La modernidad resulta de ese gran impacto cultural.

Las personas y las acciones de las personas son las que muestran la realidad de esas ideas. Las instituciones, los pensadores, escritores, artistas son los que plasman estos cambios en ideas bajo la forma de imágenes, prácticas y decisiones. Por eso, poco a poco, se fueron creando estas ideas que acompañaron, respaldaron y consolidaron la conquista de América. Por ejemplo, para la mayoría de las personas europeas y cristianas, el fundamento del universo era Dios. No obstante, gradualmente, en la práctica y a pesar de seguir siendo cristianos, el fundamento dejó de ser un dios omnipotente y lo central pasó a ser el “hombre” y su poder, su riqueza y propiedad. En algunas creencias como la protestante, el poder y riqueza, aunque no era garantía de ir al cielo, era al menos una muestra del favor de dios, por lo cual, conseguirlas era la mejor manera de asegurarse no ir al infierno. El objetivo primordial era enriquecerse e ir al paraíso.

Sin embargo, el problema era claro: ese nuevo mundo estaba habitado ¿Cómo apropiarse de esas tierras sin destruir, robar y matar? ¿Cómo matar, robar y destruir sin que el dios cristiano juzgara esos pecados? La respuesta fue práctica: el territorio está allí para que los seres humanos vivamos en él, lo usemos para alimentarnos y habitarlo. Existe porque dios lo puso allí para nosotros. Los humanos que ya viven allí, si son considerados humanos y en pie de igualdad, serían nuestros enemigos y matarlos sería un problema moral. Sin embargo, el papa y la iglesia deciden, desde Europa, afirmar que no son realmente hijos de dios, y por tanto no “tan” humanos, lo mismo que los animales y los esclavos. De modo que habilita la posibilidad de conquistarlos, explotarlos, destruirlos sin conflicto moral.

Una jerarquía nueva se establece a lo largo de los siglos, en la cual algunos humanos tienen más legitimidad para ciertas prácticas que otros: explotar tierras, personas, robar objetos y territorios, consumo desequilibrado de recursos,etc, en función de la acumulación de riqueza para obtener poder en términos europeos. El territorio, los animales, las plantas, las propiedades, los humanos de otras culturas, todo era “apropiable” y “utilizable” para otros fines. El “uso” de la naturaleza, y con ellos personas de otras culturas, fue considerado moral, porque no eran “iguales” a los hombres europeos, no eran jerárquicamente tan importantes y por ello, sacrificables, utilizables, desechables. Los “objetos” son menos importantes que los “sujetos” podría afirmarse. La jerarquización es más que una diferenciación: el valor de algunas personas y grupos de personas y objetos cambiaron, y con ello todas las ideas sobre el mundo. Este es el pasaje del medioevo a la modernidad europea, el cambio de época es un cambio de cosmovisión, de ideas.

En Europa, el resultado de este cambio global fue el pasaje del teocentrismo al antropocentrismo. En América se forzó el pasaje de la adoración de la naturaleza a su dominación. Para el planeta entero, la inferiorización de ciertas culturas y ciertos cuerpos, y con ello, la expoliación y explotación de sus individuos, a pesar de ser seres humanos. Se inventó un término que le dio nombre a esta inferiorización: la raza. La raza fue (y es!) un concepto útil para identificar a esos humanos “esclavizables”. El género también, al diferenciar, estableció una separación jerárquica entre los roles para ciertos trabajos domésticos sin paga. En todo caso, se dividió la humanidad en grupos de sexo y raza para separar a quienes eran explotados y quienes no: indígenas, africanos, mujeres, niños y naturaleza por un lado, “hombres” por otro y por encima.

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